Demografia

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Enfermedades y otros agentes

El llamado choque microbiano produjo estragos entre la población amerindia, que carecía de defensas frente a enfermedades como la viruela o el sarampión. También cuando la sífilis llegó a Europa, procedente de América, diezmó la población en algunas regiones de Europa. Aunque, según todas las fuentes, los indígenas americanos salieron peor parados que los europeos.


En el siglo XVI no había medios para calcular el total de la población amerindia prehispánica. Tampoco había medios para realizar un censo sectorial de los indígenas que morían de viruela, o de sarampión, o de gripe, o de tifus… Ni para calcular el porcentaje de la población indígena que se extinguió por epidemias en relación a la que moría como consecuencia de las guerras de conquista o del exceso de trabajo. De ahí que la cuantificación de la población indígena americana previa a la llegada de los españoles a América siga siendo un tema controvertido.

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Así, en el siglo XX, mientras el historiador Woodrow Borah estimó en 700 millones la población americana antes de la llegada de los españoles, el geógrafo Karl Theodor Sapper estimaba esa población entre 40 a 75 millones y el antropólogo Alfred Louis Kroeber rebajaba esa cifra a 8,4 millones. La misma disparidad se puede encontrar respecto a las proporciones de la disminución de la población indígena (entre el setenta y el noventa y cinco por cien, según las fuentes, en los primeros 130 años tras el descubrimiento de América) y sus causas.


Mientras algunos autores sostienen que esa catástrofe demográfica se debió, principalmente, a las enfermedades epidémicas llevadas desde Europa por los españoles, de forma involuntaria, los seguidores de la leyenda negra [34] consideran que esa catástrofe se debió al exterminio deliberado y sistemático (genocidio) perpetrado por los españoles contra los amerindios, lo que contradice el objetivo de la faceta evangelizadora de la colonización española (sumar más fieles para la Iglesia Católica) y deja sin explicación por qué los colonos españoles habrían de tener interés en exterminar su propia mano de obra indígena. [35] [36] [37] [38].


Las especulaciones de los leyendanegristas en torno a esta disminución de la población indoamericana siguen estando de actualidad. Sirva como ejemplo el periodista norteamericano Charles C. Mann afirmando que, sin esas enfermedades, los españoles no habrían podido conquistar América. Sin embargo, las batallas más decisivas de la conquista de América contradicen ese planteamiento ucrónico. Así, antes de que la epidemia de viruela llegara a Tenochtitlán, [39] los aztecas y sus aliados fueron vencidos en la batalla de Otumba por un contingente de españoles y aliados amerindios muy inferior en número y en condiciones físicas lamentables tras sufrir la derrota de la Noche Triste.[40] Y en la batalla de Cajamarca, en la que se produjo la captura de Atahualpa, decisiva para la caída del Tahuantinsuyo, tampoco las epidemias tuvieron incidencia alguna. Aquel 16 de noviembre de 1532 el Inca no estaba enfermo, ni lo estaban los nobles que le acompañaban, ni los soldados (entre 6000 y 10000) que debían protegerles pero que huyeron ante la celada diseñada por Pizarro y sus soldados (168 hombres en total).[41] [42] [43] [44]


Los españoles prohibieron la poligamia que practicaban los amerindios por ser contraria a la doctrina católica y facilitaron el mestizaje desde el comienzo de la colonización. Así, Fernando el Católico, por Real Cédula de 1514 prescribió:


<<Es nuestra voluntad que los indios e indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien quisieren, así con indios como con naturales de estos nuestros reinos, o españoles nacidos en latí Indias, y que en esto no se les ponga impedimento. Y mandamos que ninguna orden nuestra que se hubiere dado o por nos fuera dada pueda impedir ni impida el matrimonio entre los indios e indias con españoles o españolas. y que todos tengan entera libertad de casarse con quien quisieren, y nuestras audiencias procuren que así se guarde y cumpla.>>

(Recogida en la Recopilación de Leyes de las Indias de 1680, Ley 2º Tit. 1º Libro VI). En 1556 Felipe II reiteró esta Real Cédula de su abuelo.


Uno de los matrimonios más emblemáticos del siglo xvi lo protagonizaron Isabel Moctezuma (Tecuichpo Ixcazochtzin, antes de bautizarse, hija de Moctezuma II y última emperatriz de los aztecas) con el extremeño Juan Cano, con el que tuvo cinco hijos que iniciarían la genealogía de los duques de Miravista, título que todavía perdura en la actualidad. El palacio de los Toledo-Moctezuma en Cáceres es hoy sede del Archivo Histórico Provincial y en su fachada se conserva el blasón de los Moctezuma. Una parte de los descendientes de ese matrimonio vive en España y, otros, en México.


Por su parte, el historiador alemán Enrique Otte recoge en la página 61 de su libro Cartas Privadas de emigrantes a Indias: 1540-1616 (FCE 1993) una carta de un colonizador llamado Andrés García, fechada el 10 de febrero de 1571, dirigida a su sobrino Pedro Guiñón, en Colmenar Viejo, en la que le comunica su matrimonio con una indígena americana:

 

<<Caséme en esta tierra con una mujer muy a mi voluntad. Y aunque allá os parezerá cosa reçia en aberme casado con hindia, acá no se pierde honrra ninguna, porque es una nación la de los hindios tenida en mucho.>>

 

Además de los matrimonios, hubo uniones sexuales extramatrimoniales con mujeres indígenas debido a que las mujeres castellanas eran relativamente escasas en América [45]. El ejemplo clásico es el de la Malinche, amante de Hernán Cortés, con quien incluso tuvo un hijo, Martín Cortés (al que reconoció en 1529 mediante bula papal de Clemente VII), que no hay que confundir con su hijo legítimo del mismo nombre. Pero, amantes aparte, el mestizaje extramatrimonial tuvo otras expresiones sociológicas que se practicaban en Europa desde siempre, como la barraganería o la prostitución. No hay estadísticas fiables sobre la proporción de matrimonios mestizos frente a las otras fórmulas ilegales de mezcla de españoles y amerindios durante la colonización española de América. ​


«A decir verdad, los matrimonios auténticos, contraídos por los conquistadores con indias, no fueron excepcionales. (…) Hay que comprender, como lo dicen explícitamente los tlaxcaltecas, que los españoles, esos seres imprevisibles, llegados desde las fuentes del sol, fueron vistos como unos seres casi invencibles, unos hombres de esencia superior: el ayuntamiento de las mujeres indias con los vencedores aseguraría el nacimiento de niños dotados de grandes virtudes guerreras. (…) Los indios practicaron de entrada, ya desde Tabasco, una costumbre frecuente en muchas civilizaciones, ofrecer a sus mujeres, pero que ellos conceptualizaron explícitamente. ¡No se trataba, precisamente, de ofrecerles a los españoles un lote de mujeres que les zurcieran las calzas! Las ocho indias, todas ellas hijas de caciques, que les regalaron, ataviadas con sus mejores galas, y que los españoles aceptaron después de haberlas bautizado, eran un presente destinado a sellar la amistad entre los totonacas y los españoles, pero también a hacer generación, es decir, tener hijos de los conquistadores. (…) Más tarde, en Perú, el inca Garcilaso de la Vega, escritor mestizo, hijo de una princesa indígena, habla en sus Comentarios de la satisfacción que sentían las familias incas cuando una de sus hijas quedaba encinta de un español. (…) Por lo tanto es inútil adoptar el discurso <anticolonialista>, del que el Quinto Centenario ya propuso un ingenuo florilegio, y hablar de violaciones en masa para explicar el fenómeno del mestizaje. No se pretende negar este hecho: ¿qué campaña bélica ha estado exenta de violaciones? (…) Pero en la mayoría de los casos, y sobre todo en el ejército de Cortés, la violación no tenía razón de ser: el consentimiento de los indios, pero también de las indias, acompañaba en general esas uniones.»

Bennassar, Bartolomé (2002). Hernán Cortés. El conquistador de lo imposible. Ediciones Temas de Hoy. pp. 110-114. ISBN 84-8460-205-2.

 

Hoy en día, gracias al mestizaje, la población de los países hispanoamericanos comparte antepasados indígenas, europeos y africanos, en diversos grados.


Los españoles prohibieron los sacrificios humanos que practicaban las sociedades amerindias antes de su llegada América. Eso, y la introducción de la más avanzada medicina hospitalaria amortiguó, en parte, la caída de la población indígena. Fueron las naciones americanas independizadas de las potencias europeas las que practicaron un verdadero genocidio en América. Sirvan como botones de muestra:

  • 1) Estados Unidos:

    1. “Durante la década de 1830, la brutal política contra los indios, del gobierno federal presidido por Jackson condujo al traslado forzoso de unos 100 000 indios a miles de kilómetros de su lugar de origen. (…) Las gigantescas manadas de bisontes de las grandes praderas fueron exterminadas sistemáticamente. Buffalo Bill, William Cody, conquistó la fama de haber matado 4.280 bisontes en 17 meses y habérselos vendido a los cocineros de las brigadas que construían el ferrocarril. Con los bisontes, los indios nómadas de las llanuras perdieron la base material de su existencia. Desde 1851, su espacio libre, igual que el de los indios de las praderas, se había reducido cada vez más. En las tres décadas de implacable guerra a los indios (1864-1890) y de incontroladas epidemias las tribus fueron diezmadas y sus zonas de asentamiento reducidas a reservas cada vez más estrechas, destruyéndose sus formas tradicionales de vida. Se desconoce la magnitud de la población india antes de la llegada de los europeos, y los cálculos varían mucho de unos a otros.” Willi Paul Adams. Páginas 130 y 131 del Volumen 30 de la Historia Universal Siglo XXI, “Los Estados Unidos de América” 1979. ISBN 84-323-0348-8


    Pero el holocausto indio en Norteamérica comenzó antes de la independencia de Estados Unidos. Los ingleses consideraban a los amerindios “una raza execrable” (General Jeffrey Amherst, Comandante en Jefe del ejército británico en América del Norte) destinada a la desaparición y no repararon en medios para liquidarlos. Además del exterminio con armas convencionales, los ingleses utilizaron, como arma biológica, el perverso método del reparto entre los indios de mantas infectadas con la viruela. Una táctica que produjo efectos devastadores en la población indígena pero que, eso sí, les ahorró a los ingleses los costes y los riesgos derivados de los enfrentamientos militares. El virus les hizo el trabajo. Después, los angloamericanos, ya independizados de Gran Bretaña, continuaron masacrando a los indígenas norteamericanos durante más de cien años bajo el lema “el único indio bueno es el indio muerto” (General Philip Sheridan, Comandante en Jefe del ejército de los Estados Unidos).


    La masacre de Camp Grant queda para la historia como una de las  más cobardes y abyectas perpetradas por los estadounidenses contra los indígenas norteamericanos. Ocurrió en la noche del 30 de abril de 1871 en Arizona. En esa fecha estaba vigente un tratado de paz entre los apaches y el Gobierno de los Estados Unidos. Se suponía que el ejército norteamericano protegía a esos indios. Y se sabía que esos días los guerreros apaches se encontraban en las montañas cazando. Pues bien, con todo a su favor, un grupo de 6 asesinos angloamericanos reclutaron a 48 mexicanos y 92 indios Tohono O´odham (enemigos de los apaches) y atacaron el campamento apache violando y asesinando a las mujeres, a sus hijos y a los ancianos que dormían en sus tiendas confiados en la palabra de los blancos. Dramático error. Las cifras oficiales del Gobierno de los Estados Unidos fueron de más de 140 muertos y un número indeterminado de heridos. Cifras que carecen de toda fiabilidad porque nunca se contrastaron con las cifras que pudieran ofrecer los apaches. Veintinueve niños que sobrevivieron fueron vendidos como esclavos. Poco después, las autoridades fingieron un juicio con unos cuantos farsantes que, por supuesto, absolvieron a todos los criminales.


     


    La masacre de Wounded Knee, el 29 de diciembre de 1890, es otro de los capítulos del genocidio perpetrado por los Estados Unidos contra los pueblos indígenas de Norteamérica. Citar todas las masacres perpetradas por los anglosajones en América (Masacre de Bear River, Masacre de Marías, etcétera) es algo que  sobrepasa los límites de un artículo como este. Algún día se escribirá la negra historia de los angloamericanos en relación a los amerindios de su territorio.



    2. La llamada Conquista del Oeste no fue más que el exterminio de las tribus indias de esa región planificado por el Gobierno norteamericano y ejecutado por su Ejército. A los que no liquidaron los encerraron en reservas y ahí siguen (alienados, con altos índices de alcoholismo y drogadicción... hasta 1924 no fueron reconocidos como ciudadanos de los Estados Unidos).


    3. Después, utilizando el cine, tergiversaron la Historia presentándose en las películas como caballeros civilizados (siempre eran los buenos) frente a los salvajes indios (los malos, claro).


    4. Pero si algo diferenció el genocidio estadounidense de otros genocidios americanos fue su justificación ideológica formulada en la Doctrina del destino manifiesto. Una doctrina racista, supremacista, antecesora del nazismo alemán y que bien pudo haber suscrito el mismísimo Hitler. El presidente de los Estados Unidos, William Taft, resumió así dicha doctrina en 1912:


     


    “El hemisferio todo nos pertenecerá, como de hecho, ya nos pertenece moralmente, por la virtud de la superioridad de nuestra raza.”


     


    Desde principios del siglo XIX Estados Unidos convirtió a los países iberoamericanos en SU patio trasero, despreciando a los que ellos llaman sudacas o hispanos (dándole a este vocablo una connotación semántica peyorativa), a los que ponen al mismo nivel que a los negros o los indios.



    Cuando en 1848 Estados Unidos arrebató a México la mitad de su territorio demostró al mundo quién era el nuevo amo de América.

  • 2) México:

    1. "En México la independencia empeoró la situación del indio por el incremento del latifundio, de formas de trabajo forzoso y la servidumbre por deudas. La progresiva división de las tierras de las comunidades (leyes de desamortización de 1856 y de colonización y de terrenos baldíos) fomentó la gran propiedad y transformó a los indios en peones. Hubo diversas formas de reacción del indígena: la pasividad que fue tildada de pereza, o la rebelión armada misma que llegó a asumir características muy serias (rebeliones yaqui y mayo, guerra de castas de Yucatán y rebelión chamula de Chiapas); a veces tenían justificaciones religiosas (caso de la revuelta de Quintana Roo), otras se entremezclaban con luchas políticas internas; bajo el gobierno de Juárez, en 1869 el caudillo indio cora Manuel Lozada proclamó la necesidad para los indios de defenderse por las armas contra el despojo de sus tierras, y trató de recuperar parte de estas; esta tentativa de reforma agraria de facto terminó en franca rebelión en 1873; esta fue derrotada y ajusticiado su jefe Lozada; la península de Yucatán resultó un foco permanente de rebelión a partir de 1847, cuando los mayas se levantaron en armas aprovechando la ocupación del norte y centro de México por los norteamericanos. La rebelión tuvo varias etapas. Muchos indios prisioneros fueron vendidos como esclavos a Cuba, aunque allí no satisficieron como mano de obra; Juárez prohibió este comercio en 1861. El prolongado gobierno de Porfirio Díaz y de sus colaboradores positivistas permitió la última gran arremetida contra el mundo del indio." Gustavo y Hélène Beyhaut. Páginas 111-112 del tomo 23 de la Historia Universal Siglo XXI. III De la Independencia a la Segunda Guerra Mundial. 1986. ISBN 84-323-0567-2


    2. “Para conformar una nación moderna y capitalista, los gobiernos liberales comenzaron por desconocer legalmente todas las corporaciones, incluyendo a la Iglesia, pero también las comunidades indígenas, a las que les negaron su derecho de propiedad. Así fue como, bajo el gobierno independiente mexicano, los pueblos indígenas de México perdieron el derecho a la tierra que el régimen colonial español les había respetado.” “Los Pueblos Indígenas de México. Pueblos Indígenas del México Contemporáneo” ​ Federico Navarrete Linares. Págs. 35 y 36. México. 2008. ISBN 978-970-753-006-5


    3. Pero si con algún pueblo los mexicanos manifestaron una crueldad sin límites, fue con los APACHES. El historiador mexicano Juan de Dios Olivas, en su artículo La Guerra Apache: una salvaje historia de exterminio (2013), hace un relato detallado de una parte de esa guerra. Y la escritora mexicana Martha Delfin Guillaumin, en su artículo “Los apaches, un pueblo originario casi olvidado en México” (2011), recoge estas elocuentes palabras del carismático guerrero apache Gerónimo:


    “Yo mismo maté a muchos mexicanos. No sé cuántos exactamente porque muchas veces no los contaba. Algunos no valían la pena contarlos, esa es la verdad. Ha pasado mucho tiempo, pero sigo sin querer a los mexicanos. Conmigo siempre se han mostrado desleales y criminales. Estoy viejo ahora, y nunca más volveré a tomar el sendero de la guerra, pero si fuera joven y pudiera tomar el sendero de la guerra, me iría derecho hasta México.”


    No es extraño este odio: los mexicanos habían asesinado a su esposa, sus hijos y sus padres, aprovechando su ausencia. Recomiendo, vivamente, la lectura íntegra del citado artículo de esta autora. Está en la red.

  • 3) Argentina:

    La Conquista del Desierto fue un eufemismo que utilizaron los argentinos para enmascarar uno de los genocidios más salvajes cometidos por los hispanoamericanos contra los pueblos indígenas de sus territorios. El Ejército argentino, bajo el mando del general Julio Argentino Roca, que acabaría siendo presidente de esa República, cometió atrocidades inimaginables para cualquier persona culta durante esas masacres.

  • 4) Uruguay:

    Al poco de su independencia, conquistó los territorios de sus indígenas y resolvió el problema de una manera radical, exterminando los últimos núcleos que no se habían adaptado. [46] ​El gobierno independiente de Uruguay realizó el exterminio sistemático y deliberado de los amerindios, y planificó, de manera especial, la eliminación de las tribus charrúas, “poseedoras desde la edad remota de la más bella porción del territorio de la República”. [47] ​ De hecho, el 11 (o el 10, según la fuente) de abril de 1831 concentraron, bajo engaño, a un gran número de caciques y guerreros charrúas en un lugar llamado Salsipuedes, y cuando los tuvieron rodeados, los soldados gubernamentales, a las órdenes del general Rivera, abrieron fuego sobre ellos aniquilando a la mayoría. Los que lograron escapar de la matanza de Salsipuedes fueron perseguidos por el ejército que no cejó hasta asesinarlos a todos. Tras la masacre, las mujeres y los niños hijos fueron repartidos como esclavos entre las familias adineradas de Montevideo (a cuatro de los sobrevivientes los enviaron a París, donde fueron exhibidos por las calles como los últimos ejemplares de una etnia en extinción; tres de ellos murieron allí, mientras que el cuarto consiguió huir). Por fin, el territorio más rico del Uruguay fue definitivamente conquistado y la nación charrúa desapareció con el Uruguay independiente.


    Y, para mayor escarnio, los uruguayos hoy se autodenominan ≪charrúas≫ (!?). O sea, primero los exterminan, después se apropian de su territorio y, cuando ya ha pasado el tiempo, hacen suyo su nombre y les erigen monumentos. ¡¡Todo un sarcasmo histórico!!...

  • 5) Chile:

    “Pacificación de la Araucanía”, con este alarde de cinismo inició, en 1861, las masacres contra los pueblos indígenas de su territorio, en especial contra los pueblos mapuche y pehuenche. En efecto, el ejército chileno, bajo el mando del general Cornelio Saavedra Rodríguez, en una guerra que duró casi una década, exterminó muchos de los pueblos indígenas que habían permanecido dentro de sus fronteras tras la independencia de España.

  • 6) Brasil:

    Brasil y el genocidio que acarrea la deforestación de la Amazonía en el siglo XXI, con el exterminio de naciones indígenas de la cuenca del Amazonas, está alcanzando cotas sin precedentes. Aserraderos controlados por multinacionales que arrasan la selva y exportan la madera a Estados Unidos y Europa, multitud de aserraderos ilegales, sicarios al servicio de todos ellos que asesinan a los indígenas y a los defensores del medio ambiente con total impunidad… Un drama ante el que el mundo civilizado permanece impasible. Todo ello dejando aparte las cicatrices que están dejando en la selva las explotaciones mineras de oro y piedras preciosas que trabajan sin el más mínimo control ecológico, o la actuación de los latifundistas ganaderos.


    Los sucesivos gobiernos de Brasil nunca demostraron voluntad política para detener el genocidio de los indígenas. Y los organismos oficiales creados para defender sus derechos (FUNAI, Fundación Nacional del Indio, etc.) resultaron ser de todo punto ineficientes. En 2021, una organización de indígenas, la APIB (Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil), denunció al presidente Jair Bolsonaro por genocidio y ecocidio ante la Corte Penal Internacional en La Haya.

Y así podría continuar con las demás naciones americanas. Pero, lo peor, fue la utilización de fuerzas paramilitares desde la segunda mitad del siglo XX. Bandas de asesinos, mercenarios y delincuentes que actuaron contra los indígenas americanos sin control alguno y con el permiso de sus gobiernos. En el siglo XXI, el asesinato de Berta Cáceres, dirigente del Consejo Cívico de Organizaciones y Pueblos Indígenas de Honduras-COPINH, el 3 de marzo de 2016, así como los asesinatos de Moisés Durón Sánchez y Nelson Noé García, integrantes del COPINH, el 20 de mayo de 2015 y el 15 de marzo, respectivamente, evidencian que el genocidio de los amerindios perpetrado por los hispanoamericanos continúa en el siglo XXI con la misma impunidad que en los siglos XIX y XX.


Personajes como el teniente coronel George Armstrong Custer en Estados Unidos, el coronel Joaquín Terrazas en México, el general Julio Argentino Roca en Argentina, el general Cornelio Saavedra Rodríguez en Chile, el general Fructuoso Rivera en Uruguay, el general Efraín Ríos Montt en Guatemala, etc., considerados héroes nacionales en sus respectivos países durante mucho tiempo, hoy son tildados, por amplios sectores de la opinión pública americana, como genocidas. 


Si sumáramos los genocidios perpetrados por estadounidenses, hispanoamericanos y brasileños, tendríamos EL MAYOR GENOCIDIO DE LA HISTORIA. 

[34] El esquema de la leyenda negra es muy simple: América era un paraíso en donde los indígenas vivían felices en civilizaciones más avanzadas que la europea, en paz, sin delitos ni cárceles, sin explotación ni esclavitud, sin prostitución ni sacrificios humanos (eso fue una mentira de los españoles, dicen) y en plena armonía con la naturaleza… Hasta que llegaron los españoles, fanáticos, sanguinarios, depravados, genocidas, ignorantes, codiciosos, lascivos…, que se dedicaron a robar y violar, violar y robar, durante 500 años (Maduro dixit). Sólo construyeron iglesias a las que obligaban a entrar a los indígenas a punta de espada bajo amenaza de quemarlos vivos. Miles de ellos acabaron en la hoguera (por resistirse) para solaz de los sádicos españoles. Todo lo demás fue destrucción, enfermedades y muerte hasta consumar el exterminio planificado más devastador de la historia de la humanidad.… Ese es su planteamiento y, en cuanto se les saca de ahí con datos contrastables, se sienten perdidos y terminan reaccionando con agresividad.

[35] Fernando Cervantes, Conquistadores: una historia diferente. Edit. Turner Publicaciones, S.A. Año 2021. ISBN: 978-84-18428-35-7

[36] Marcelo Gullo Omodeo, Madre patria. Edit. Espasa. Prólogo de Alfonso Guerra. Año 2021. ISBN: 978-84-670-624

[37] Julio José Henche Morillas. Las Leyes de Indias. Ordenamiento de protección de la monarquía hispana a los pobladores nativos de América. Editorial Círculo Rojo. Año 2021. ISBN: 9788411042703

[38] María Elvira Roca Barea. Imperiofobia y leyenda negra. Ediciones Siruela. Edición del año 2021. ISBN: 9788416854233

[39] Hugh Thomas, "La conquista de México", Editorial Planeta, 2.000; ISBN 84-08-03514-2, página 494

[40] William H. Prescott, "Historia de la conquista de México", Editorial Antonio Machado Libros, 2.004; ISBN 84-7774-237-5, página 399

[41] Mira Caballos, Esteban, "Francisco Pizarro. Una nueva visión de la conquista del Perú", páginas 118-126, editorial Crítica, 2018, ISBN 978-84-17067-66-3

[42] Hugh Thomas, "El Imperio Español de Carlos V", páginas. 272-273, editorial Planeta, 2010, ISBN 978-84-08-09460-9

[43] F. A. Kirkpatrick, "Los conquistadores españoles", páginas. 136-138, Ediciones Rialp, 2000, ISBN 84-321-3242-X

[44] Cebrián, Juan Antonio, "La aventura de los conquistadores", páginas. 184-188, edit. La Esfera de los Libros, 2017, ISBN 978-84-9164-106-3

[45] "Españolas de ultramar", Juan Francisco Maura, Universidad de Valencia, 2005. Este documentado trabajo tira por tierra uno de los pilares de la leyenda negra: que los colonizadores españoles habían ido a América sin mujeres y que por ello realizaron violaciones masivas de las indígenas. En 1540 había más mujeres españolas que hombres españoles en ciudades como México y Lima. Además, existen fuentes históricas que dan fe de la presencia de mujeres castellanas en el ejército de Hernán Cortés ya desde el comienzo de la conquista de México. Sirvan como ejemplos:

"Ayudó grandemente, así cuando Cortés estuvo la primera vez en México, como cuando después le cercó, una mujer mulata que se decía Beatriz de Palacios, la cual era casada con un español llamado Pedro de Escobar. Dióse tan buena maña en servir a su marido y a los de su camarada, que muchas veces, estando él cansado de pelear el día y cabiéndole a la noche la vela, la hacía ella por él, no con menos ánimo y cuidado que su marido, y cuando dexaba las armas salía al campo a coger bledos y los tenía cocidos y adereszados para su marido y para los demás compañeros. Curaba los heridos, ensillaba los caballos e hacía otras cosas como cualquier soldado, y ésta y otras, algunas de las cuales diré adelante, fueron las que curaron e hicieron vestir de lienzo de la tierra a Cortés y a sus compañeros cuando llegaron destrozados a Tlaxcala, y las que, como Macedonas, diciéndoles Cortés que se quedasen a descansar en Tlaxcala, le respondieron: «No es bien, señor Capitán, que mujeres españolas dexen a sus maridos yendo a la guerra; donde ellos murieren moriremos nosotras, y es razón que los indios entiendan que son tan valientes los españoles que hasta sus mujeres saben pelear, y queremos, pues para la cura de nuestros maridos y de los demás somos nescesarias, tener parte en tan buenos trabajos, para ganar algún renombre como los demás soldados»; palabras, cierto, de más que mujeres, de donde se entenderá que en todo tiempo ha habido mujeres de varonil ánimo y consejo. Fueron éstas Beatriz de Palacios, María de Estrada, Joana Martín, Isabel Rodríguez y otra que después se llamó doña Joana, mujer de Alonso Valiente, y otras, de las cuales en particular, como lo merescen, hará mención." Cervantes de Salazar, Francisco, Crónica de la Nueva España, ed. Manuel Magallón, t. II, cap. CLXVI

"Digamos agora, ya que escapamos de todos los trances por mí atrás dichos, quiero dar otra cuenta qué tantos nos mataron, ansí en México como en puentes y calzadas, como en todos los rencuentros y en esta de Otumba, y los que mataron por los caminos. Digo que en obra de cinco días fueron muertos y sacrificados sobre ochocientos y setenta soldados, con setenta y dos que mataron en un pueblo que se dice Tustepeque, y a cinco mujeres de Castilla, y estos que mataron en Tustepeque eran de los de Narváez; y mataron sobre mil y ducientos tascaltecas." Bernal Díaz del Castillo, "Historia verdadera de la conquista de Nueva España", capítulo CXXVIII "Cómo acordamos de nos ir huyendo de México y lo que sobre ello se hizo". En la edición de la Real Academia Española, de 2.011, con edición, estudio y notas de Guillermo Serés, páginas 490-491. Dada la protección que los soldados españoles otorgaban a sus mujeres, se puede presumir que les acompañaban más mujeres castellanas, además de las cinco que lograron matar los mexicas.

[46] Beyhaut, Gustavo; Beyhaut, Hélène (1986). Historia Universal Siglo XXI, América Latina III. De la independencia a la segunda guerra mundial 23 (1ª edición). México. ISBN 978-84-323-0567-2.

[47] Klein, Fernando. “El destino de los indígenas en Uruguay” “Parte de combate” redactado por los militares uruguayos tras la masacre de “Salsipuedes”.

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